jueves, 17 de octubre de 2013

No lo siento, así que lo siento.

Sacrificio, dejar muchas cosas atrás, no saborear otras, dar momentos de tu tiempo para alguien y por alguien. A veces también por ti misma, para demostrarte  que a pesar de todo sirves para algo. Noches sin dormir, cuerpo destrozado, pero ahí estaba yo. La primera de la fila, con mi cara de ilusión y de ganas de hacer las cosas bien. Nunca había puesto tanto empeño en algo, os lo prometo. 2 años que fueron los mejores de mi vida, pero también los más duros. Dejé de salir cuando podía hacerlo, saqué malas notas porque aquellos días estaba cansada para estudiar, dejé de ir a sitios que de verdad, de verdad quería ir. Pero aun así, fueron los dos años más felices, satisfactorios y divertidos de mi vida.
Este año no quería volver a estar sentada en la grada llorando, este año quería volver a hacer lo que más me gusta en este mundo. Pero ahora fíjate, aquí estoy, escribiendo esto, sintiéndome como una aguafiestas, con lagrimas de cocodrilo corriendo por mis mejillas. Y todo por la puta mala suerte. Ese sentimiento de plenitud, de felicidad porque por fin empiezas a formar un camino, empiezas a conseguir cosas que antes no podías ni imaginar. No sabéis lo que se siente cuando ese sentimiento se rompe en mil pedazos. La verdad es que no sé de qué me sorprendo si todo siempre sale mal, debería estar ya acostumbrada a no confiarme, porque cuando planificas algo, siempre hay algo, por mínimo que sea, que lo va a estropear.

Solo me queda pedir un perdón falso, un perdón que no sale sentido de mí. Porque como os digo, la suerte no está siempre del lado de todos, y menos de mí. Así que aquí está mi perdón de mentirijilla.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario